
Ir a ver shows que no se ajusten al rock, ese con que crecimos, nos brinda la posibilidad de pararnos en otro lado, abrir los oídos y la percepción, dejarse llevar por los ritmos poco conocidos y disfrutar, disfrutar de la magia pura de la música. Ese disfrute sentí cuando ví en el escenario a Lila Downs. Esta cantante mexicana, que yo había escuchado en discos, me voló la cabeza la noche del sabado 10 de abril. El Gran Rex estaba lleno, rebosante de fieles que seguramente la vieron el año pasado y ya con la seguridad de saber que el show iba a seducirlos, llegaron como a una fiesta, con sus mejores ropas y las mejores intenciones.

Lila vino con su banda de hace unos años, La Misteriosa, a presentar su último CD, el recientemente editado En Paris. Este disco es un reflejo de lo que ofreció el fin de semana en Buenos Aires, pero me atrevo a decir, que verla en vivo supera el registro de la discográfica. Vale enunciar que el disco esta muy bueno, por lo que la consideración vale doble. Nadie (NADIE) se fue defraudado el sabado, todos extasiados, se iban retirando de la sala al finalizar el show con una sonrisa en los labios, ya deseando que llegue la próxima visita para gastarse sus cobres en otra entrada.

Es que el show no tuvo desperdicio. La banda consta de siete músicos aparte de Lila. Un bajo, una guitarra eléctrica, batería, percusión, acordeón, arpa y saxo, magistralmente conducidos a traves de rancheras, boleros, canciones que mezclan las raíces indígenas no solo mexicanas sino de toda Latinoamérica, por esta graciosa y delicada artista, capaz de enarbolar una nota sostenida en el aire por casi 20 segundos, como de enternecernos con bellas coplas, acompañada solo por su guitarra. No es simplemente un buceo en el pasado. Los discos que ella editó a partir de La Cantina, en 2006, tienen un sonido actual, un quiebre de viejas sonoridades, que hacen que los temas no resulten repetidos y el oyente contemple el show sin despegar la atención del escenario. Lila se hace querer, y demuestra que sus ideas de liberación de los pueblos, su pedido de justicia para los desprotegidos y su deseo de cambiar los viejos esquemas, ya sea artísticamente como socialmente, estan respaldados por sus acciones. La gente así lo entiende y abraza en su gratitud, a una persona comprometida, auténtica, entera. Y por si fuera poco, canta como los dioses. El año que viene, ya tiene mi entrada asegurada.
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