Derek
Jarman, un jardinero moderno
El
viento helado ruge sobre la lengua de tierra. Su furia amenaza con llevarse
lejos los pocos techos que encuentra a su paso. El paisaje es casi desolador en
el llamado quinto cuarto del territorio británico… el suelo desértico asiste
impávido al azote de la tempestad. Tan sólo ocho casas diseminadas aquí y allá
resguardan a las cuarenta personas que viven en éste páramo olvidado del mundo.
Las dos centrales atómicas son testigos mudos del vendaval. Hay endebles casillas
de madera, otrora utilizadas por la población de pescadores, que parecen
desgajarse con la fuerza del temporal. La playa de piedras recibe el agua nieve
con resignación, añorando el cálido roce de sol del verano que pasó, ya lejano
y demasiado fugaz. Estamos en Dungeness, Kent, en el Sudeste de Inglaterra… A
quien se le ocurriría diseñar un jardín en medio de la nada…
Y
siempre hay un soñador, un luchador, alguien que necesita batirse a duelo con
un imposible para quedar a mano con la vida. Alguien que sana sus heridas
imponiéndose una locura, una utopía.. Alguien como Derek Jarman.
Llegó
a Dungeness con un interrogante en su futuro cercano. Le habían diagnosticado
HIV y a fines de los años 80 eso era tener la parca arrojando su sombra sobre
uno. Poco se sabía de la enfermedad y lo que se sabía no arrojaba un buen
augurio sobre Jarman. Por ese entonces haberse contagiado, ser homosexual,
permeable a las drogas y a la vida sin corset y querer beberse el mundo
saltándose los tabúes equivalía a un valiente pero inequívoco suicidio.
Jarman
era un artista con todas las letras. Un director de cine que, en cada película
producida laboriosamente y con poco dinero, estiraba los márgenes de lo
conocido, lo aprobado, lo políticamente correcto. Así se
sucedieron Sebastiane, Caravaggio, The Tempest, The angelic conversation, The
last of England, War Requiem, Edward II… En
todas barrió los límites de lo religioso, lo sexual, lo artístico. Sublimaba su
niñez plagada de traumas y negaciones, desde su nacimiento en Northwood,
Middlesex hasta su descubrir sexual bien entrado en la juventud, en su
prolífica existencia. Fue escenógrafo, diseñador de vestuario, director de
videos musicales. Gracias a lo aprendido en la Slade School of Fine Art de
Londres fue pintor, escultor, se creó a sí mismo, rodeado de arte y con ideas
novedosas.
Y
también fue jardinero.
A
fines de la década del 80, ya conocido como cineasta y habiendo contraído el
HIV, se mudó a Prospect Cottage, en Dungeness, un remoto cabo del Sur de
Inglaterra. Una casa de pescadores pintada de negro, con mucho terreno
circundante, solitaria, fría, y sin alegría: él se propuso crear allí un
vergel, un oasis en medio de kilómetros de piedra y arena. Decidido a batallar
contra los demonios, encaró la creación de un jardín improbable. Una naturaleza
moderna. Sin límites. Como su vida, el terreno no estaba cercado, se extendía
hasta el mar, hasta la central nuclear, hasta las barcazas de pesca, hasta
donde podía y quería la orografía. Rosas, amapolas, coles marinas, todas las
especies capaces de soportar el clima extremo tuvieron su lugar en el jardín. Y
mientras le daba su amor a las plantas, Jarman vivía y seguía creando. Su casa
fue escenario de dos películas: The garden y Edward II, participó en la puesta
de giras de los Pet Shop Boys, realizó hasta cinco pinturas por día mientras
vivió allí, una producción increíble, a pesar de las múltiples internaciones
que la enfermedad le demandaba.
Todo
este proceso, en un lapso de casi dos años, desde el primero de enero de 1989, fue
relatado en un libro que ya es un hito: Naturaleza Moderna, impreso en 1991
(aquí editado por Caja Negra en 2019), tres años antes de su muerte en 1994.
Allí narra el desarrollo del jardín, minuciosamente, alternando con la vida
diaria, su relación con Keith Collins, un ancla en el mar borrascoso que le
tocó surcar. En él se detalla el drama y la oscuridad que trajo el HIV pero
también el humor y la templanza con que lo llevaba adelante. Siempre luchando
por dar a conocer sus penurias y que le sirviesen a otros. Fue uno de los
primeros enfermos de HIV que dio a conocer su lucha, aun sabiendo que quizá no
podría filmar más, pues nadie querría asegurar las producciones. Y sin embargo,
tozudamente, siguió plantando, filmando, pintando y escribiendo.
Derek
Jarman nos dejó en 1994. Pero su obra perdura en múltiples formatos. El jardín
sigue estoico en Prospect Cottage, resistiendo vientos y tormentas y el paso de
los años. Este 2020 trajo consigo una buena noticia: se lograron los fondos
para mantener la casa tal cual la dejara Jarman, como patrimonio de su arte y
los designios de la naturaleza.
A
quien se le ocurriría diseñar un jardín en medio de la nada… Naturalmente, a un
jardinero moderno.
RobLago
Material
de consulta
Naturaleza
moderna, Derek Jarman
The
garden, película de Derek Jarman 1990
Great gardens
“Prospect Cottage”, capítulo en video Youtube, Howard Sooley
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